Personalmente, mi forma de
sentir tanto la logopedia como la enseñanza, va más allá de lo profesional. Es algo que vivo en cada
momento de mi vida, porque siento que es mi vocación y soy feliz ayudando a los
demás.
Para realizar un buen
tratamiento personalizado, el logopeda debe empatizar con su paciente de modo
que sepa ver más allá de un diagnóstico fruto de unas pruebas estandarizadas.
Cada persona es única, no hay nadie idéntico a otro, por ello sus necesidades
varían. El logopeda debe subsanar las necesidades del paciente con sus
conocimientos en la materia y con ayuda de las características positivas del
paciente para lograr su autonomía haciéndole partícipe de la recuperación.