miércoles, 11 de noviembre de 2015

APRENDEMOS LO QUE ENSEÑAMOS.

Uno. En el mundo de hoy los papeles de maestro y alumno a menudo están confundidos. En la educación sistemática tradicional parece como si el maestro y el alumno estuviesen separados, a veces incluso enfrentados, y como si aquél le diese algo a éste, en vez de a sí mismo… A menudo aquí se olvida que los intereses de ambos no son distintos, se olvida que enseñar es un proceso continuo y que ocurre en todo momento del día, con cada acción, con cada gesto… en casa y en la calle, en clase, en el patio y en los pasillos… la educación está siempre y en todas partes. Pero a menudo en el aula se olvida que el alumno no es un vaso que llenar sino más bien una lámpara que encender, y que enseñar es también aprender, y no tanto al revés, pues todos somos maestros y alumnos a la vez […] 

Ahora bien, ¿cómo puedes darle algo a otro si antes no te lo has dado tú a ti mismo? Enseñar es como convocar testigos para que den fe de lo que tú crees saber pero, a la vez, lo que enseñas y cómo lo enseñas muestra también lo que eres y cómo eres.

“Todo educador debería de intentar hacer algo que sus creencias tacharan de imposible, así podría enseñar a sus hijos o alumnos que un ser humano es más grande que sus propias creencias” […]

Toda situación, todo momento es, pues, una oportunidad única para enseñarles a otros lo que tú realmente eres, y no sólo lo que crees, y también para aprender lo que cada otro es para ti. Pero, ¿cuántas de estas oportunidades hemos desaprovechado ya? “Si fuéramos un buen campo de labor no dejaríamos nada sin utilizar y veríamos en todos los acontecimientos y personas abonos útiles, lluvia y sol”. Así que pregunto a los padres, madres y docentes aquí presentes: ¿hasta ahora de qué hemos sido ejemplo: de agua y de lluvia, de luz y de sol, o de abono y estiércol?
  
Dos. Se ha dicho: “Educad bien a los niños y no hará falta castigar a los hombres”. Pero, ¿a qué academia van los padres? ¿Quién forma a los formadores? ¿Y cómo siguen formándose los profesores una vez aprueban unas oposiciones? Si los que forman están a menudo malformados, ¿cómo no va a ser hoy en día la educación reflejo y espejo de una sociedad grotesca y deforme? La forma de educar está más que vieja, está caducada, podrida, huele mal y, ya por momentos, apesta: se basa en memorizar cosas que en su mayoría no sirven para nada. Lo sabemos todos: padres, alumnos y maestros. Pero seguimos repitiendo el modelo como borregos. La comodidad en la que estamos ya instalados es una jaula de oro que esconde la grandeza de las nuevas generaciones… El actual modelo educativo surge en el s. XIX para producir obreros cualificados y ciudadanos domésticos. Pero este modelo ya no sirve para el s. XXI y hoy en día este tipo de educación mata la creatividad, hace de la escuela una especie de cárcel y del estudiante un prisionero a tiempo parcial. ¿Para educar es preciso encerrar y castigar? ¿Dónde queda el talento, la vocación, el genio creativo de los jóvenes? Bueno, ¿dónde está el talento, la vocación, el genio creativo de los adultos de los que toman ejemplo? Es fácil decir al otro lo que tiene que hacer pero qué hipócrita es el decirlo y no hacerlo. El docente se vuelve a menudo un mercenario del sistema cuando instalado en la cadena de autoridad aparece como un mero eslabón más: “mandar para obedecer, obedecer para mandar”. Les enseñamos cosas de memoria que no nos interesan ni a nosotros y nos molestamos cuando se aburren en clase, les obligamos a callar y luego les obligamos a hablar, evaluamos su memoria que es la nuestra y poco más, y luego les ponemos una nota creyendo que así “mejoramos” a la sociedad y sacamos lo mejor de ellos… ¿Y qué nota nos ponen ellos?

Tres. Sí, es verdad que la educación predominante es cada vez menos edificante… pero hay otras formas de educar que se abren paso y cada vez se extienden más… Mientras, la maquinaria escolar nos quita tiempo, energía, entusiasmo y nos da mucha información inútil sobre nuestra cultura, pero muy poca sobre cómo vivir una vida propia, digna y feliz. Así que pregunto, ahora a los alumnos y alumnas aquí presentes: ¿cuánto de lo que os habéis examinado estos días quedará en vuestra memoria dentro de muy poco tiempo? ¿Y qué quedará en vuestro corazón de vuestro paso por este este centro? ¿Cuántos amigos quedarán en el olvido? ¿Cuántos momentos? Si de la vida no hay un manual de instrucciones, ¿no es todo ser humano un estudiante? ¿Acaso el padre que manda y el profesor que dicta se conoce más a sí mismo que el hijo que obedece y el alumno que copia? Cada vez más este tipo de educación caduca sirve para una cosa: adoctrinar a unos pocos y domesticar a la mayoría. Pero no es doma ni instrucción, sino inspiración y provocación, lo que un alma puede recibir de otra… 
¿Así que tú qué quieres hacer? ¿Inspirar, provocar, domesticar o domar? Estas palabras, ¿te motivan o te ofenden? ¿Y por qué?

Cuatro. Pues bien: jóvenes sumisos como vosotros crecen en institutos como éste creyendo que es su deber aceptar las opiniones de sus padres y profesores; y cargan –como camellos y jorobados- con sus conocimientos y sus creencias, con sus deudas y sus deberes. Así se hace más fácil que tú te vuelvas pavo, masa, oveja, fotocopia humana. Si el que enseña no es más que un loro que cacarea lo que sus amos le enseñaron hace ya tiempo no es extraño que algunos de vosotros os volváis en exámenes finales zombis, muertos en vida, ratas de biblioteca; y sólo algunos, con suerte, gusanos voladores […] Pero ahora, ahora mismo, ni Shakespeare ni Einstein ni Platón son mejor que tú. Cada genio, cada padre, cada profe sólo han hecho por ti lo que tú un día podrás hacer por ti mismo. Así que recuerda que muchas virtudes se resumen en una sola: la confianza en uno mismo. No hay más historia que tu vida, ni más conocimiento que lo que has experimentado en tu propia piel. Lo que vivo es lo que sé. Nada más. El libro, la escuela, la universidad han de ser un trampolín, un estímulo para tu desarrollo y crecimiento, no una excusa para la inercia y el conformismo, ni un obstáculo para el cambio, irremediable y necesario. El profe habla. El alumno escucha. ¿Cuándo se oye vuestra propia voz? ¿Alguien quiere decir algo ahora?


Cinco y último. Sí, si escuchamos con atención ahora es en parte para poder hablar bien después. Pero una generación no debe repetir los libros de sus padres sino escribir los suyos propios. Así es como el gusano pequeño se vuelve una hermosa mariposa y del suelo, rastrero, vuela al cielo, alto y enorme… No cojas las ruinas que caen ahora para construir otro edificio igual. Déjalas en el suelo y haz tú tus propias obras. Un ciclo de tu vida se acaba ahora mismo y otro, con adjetivos tiernos todavía, se asoma… “¿Qué será de mi vida a partir de ahora?” –te preguntas […] No lo sé, pero no seas avestruz, no te escondas. Sé dueño de tu vida y no esclavo de tu tiempo ni de tu cultura. Tú vas a ser el protagonista, de vuestra generación y de la próxima quizá hablarán en el futuro los libros de historia. Aunque el futuro siempre es incierto… no le tengas miedo. Lo que sí que es más seguro es que mañana mismo dejaremos ya de veros. Un placer y un honor compartir este tiempo con todos vosotros. De todo corazón os deseo que crezcan y se hagan fértiles todas las semillas que hemos procurado que os llevéis dentro… Mucha suerte y muchas gracias a todos…

Fuente: http://trasteandoenlaescuela.com/aprendemos-lo-que-ensenamos/