Un estudio realizado en la Universidad de Washington llegó a la conclusión de que los niños que recibieron un mayor sostén por parte de sus padres tuvieron un mayor desarrollo de la región cerebral vinculada con la memoria y las emociones.
Una investigación publicada hoy agrega un fuerte argumento a la noción de que las estructuras cerebrales, lejos de estar sólo determinadas por la biología, se constituyen en los vínculos que se establecen a lo largo de la vida, empezando por la primera infancia.
El estudio, efectuado en la Universidad de Washington, se llama “El sostén maternal en la primera infancia predice volúmenes mayores del hipocampo en edad escolar” y se desarrolló en dos tramos separados por varios años.
La primera parte consistió en una ingeniosa prueba para evaluar el grado de sostén que la madre o el padre podían darle a niños de tres a cinco años en una situación cotidiana.
La segunda parte consistió en aplicar a esos chicos, ya en la edad escolar, una resonancia magnética para medir el tamaño del hipocampo, estructura vinculada con la memoria y las emociones: resultó que, en los chicos que habían tenido mejor sostén materno, esa parte del cerebro había logrado mayor peso y volumen.
El trabajo se publica hoy en Proceedings of the National Academy of Sciences, y está suscripto por un equipo del Departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington en Saint Louis, dirigido por Joan Luby. La primera parte de la prueba se efectuó hace varios años, con chicos que entonces tenían entre tres y cinco años.
En un laboratorio de investigación de la conducta, fueron testeados en compañía de un progenitor, generalmente la madre: al chico se le entregaba un obsequio, envuelto en papel para regalo, pero con la consigna de esperar ocho minutos antes de abrirlo; la madre, entretanto, tenía que completar unos cuestionarios escritos.
La prueba procuraba establecer, de acuerdo con estándares previamente determinados, en qué medida la madre daba apoyo al chico en la situación, relativamente estresante, de esperar antes de abrir el regalo. El hecho de que la madre tuviera a su vez una tarea, la de completar cuestionarios, procuraba reproducir la estructura de una situación cotidiana, en la que la madre o quien cuide al chico debe realizar tareas a la vez que se ocupa de contener las ansiedades del niño.
El mayor o menor sostén materno se registraba en una escala de puntaje, y lo que en ese momento se estableció fue la correlación entre un menor sostén materno y un mayor riesgo de depresión en el niño.
La segunda fase de la investigación se efectuó sobre 92 de los chicos, cuando tenían entre 7 y 13 años, y consistió en determinar, mediante resonancia magnética, el tamaño de una estructura cerebral llamada hipocampo. El resultado fue que, en los chicos que –en el testeo del preescolar– habían mostrado recibir suficiente apoyo materno, el tamaño del hipocampo era un 10 por ciento mayor al registrado en chicos que no habían obtenido ese sostén.
El artículo destaca que el hipocampo “es una región central para la memoria, la regulación de las emociones y la maduración del estrés, áreas clave para la saludable adaptación social”. El hipocampo es el único lugar del cerebro en el que durante toda la vida se desarrollan neuronas nuevas (el viernes pasado, Página/12 informó sobre un reciente trabajo de investigadores del Conicet en el Instituto Leloir).
Joan Luby, directora de la investigación de la Universidad de Washington, comentó que “durante años, los estudios destacaron la importancia de los cuidados tempranos para el buen desarrollo de los chicos, pero en general se limitaron a factores como el rendimiento escolar: este estudio es el primero que muestra un cambio anatómico en el cerebro en relación con la importancia de la acción parental temprana”.
Mariela Terzaghi, jefa de Neurología del hospital Noel H. Sbarra de La Plata, señaló que esta investigación “se inscribe en una serie de trabajos que rompen con la idea de una determinación genética unívoca para el cerebro, haciendo lugar a la influencia de aspectos entre los que habría que incluir también las condiciones históricas, sociales y culturales de la crianza. Sin embargo, mayor tamaño del hipocampo no equivale necesariamente a mejor función, y convendría no suponer que las cuestiones de la mente se expliquen a partir de localizaciones cerebrales”.
Sergio Rodríguez –coautor de Cruces entre psicoanálisis y neurobiología– comentó que el informe de la Universidad de Washington “concierne a la lógica de investigaciones sobre depresiones neuróticas, donde la disminución de la depresión coincide con una mayor actividad en el hipocampo y el núcleo cingulado del encéfalo”.
Beatriz Janin –directora de la Especialización en Psicoanálisis con Niños y Adolescentes de UCES/ APBA– observó que “constatar los efectos de lo vincular en la constitución misma del cerebro ayuda a pensar que tanto el modo de prevenir como el de curar se relacionan con el trabajo vincular”.
Fuente: http://estelafreytes.info/mi-mama-me-mima-y-mi-hipocampo-crece/
Una investigación publicada hoy agrega un fuerte argumento a la noción de que las estructuras cerebrales, lejos de estar sólo determinadas por la biología, se constituyen en los vínculos que se establecen a lo largo de la vida, empezando por la primera infancia.
El estudio, efectuado en la Universidad de Washington, se llama “El sostén maternal en la primera infancia predice volúmenes mayores del hipocampo en edad escolar” y se desarrolló en dos tramos separados por varios años.
La primera parte consistió en una ingeniosa prueba para evaluar el grado de sostén que la madre o el padre podían darle a niños de tres a cinco años en una situación cotidiana.
La segunda parte consistió en aplicar a esos chicos, ya en la edad escolar, una resonancia magnética para medir el tamaño del hipocampo, estructura vinculada con la memoria y las emociones: resultó que, en los chicos que habían tenido mejor sostén materno, esa parte del cerebro había logrado mayor peso y volumen.
El trabajo se publica hoy en Proceedings of the National Academy of Sciences, y está suscripto por un equipo del Departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington en Saint Louis, dirigido por Joan Luby. La primera parte de la prueba se efectuó hace varios años, con chicos que entonces tenían entre tres y cinco años.
En un laboratorio de investigación de la conducta, fueron testeados en compañía de un progenitor, generalmente la madre: al chico se le entregaba un obsequio, envuelto en papel para regalo, pero con la consigna de esperar ocho minutos antes de abrirlo; la madre, entretanto, tenía que completar unos cuestionarios escritos.
La prueba procuraba establecer, de acuerdo con estándares previamente determinados, en qué medida la madre daba apoyo al chico en la situación, relativamente estresante, de esperar antes de abrir el regalo. El hecho de que la madre tuviera a su vez una tarea, la de completar cuestionarios, procuraba reproducir la estructura de una situación cotidiana, en la que la madre o quien cuide al chico debe realizar tareas a la vez que se ocupa de contener las ansiedades del niño.
El mayor o menor sostén materno se registraba en una escala de puntaje, y lo que en ese momento se estableció fue la correlación entre un menor sostén materno y un mayor riesgo de depresión en el niño.
La segunda fase de la investigación se efectuó sobre 92 de los chicos, cuando tenían entre 7 y 13 años, y consistió en determinar, mediante resonancia magnética, el tamaño de una estructura cerebral llamada hipocampo. El resultado fue que, en los chicos que –en el testeo del preescolar– habían mostrado recibir suficiente apoyo materno, el tamaño del hipocampo era un 10 por ciento mayor al registrado en chicos que no habían obtenido ese sostén.
El artículo destaca que el hipocampo “es una región central para la memoria, la regulación de las emociones y la maduración del estrés, áreas clave para la saludable adaptación social”. El hipocampo es el único lugar del cerebro en el que durante toda la vida se desarrollan neuronas nuevas (el viernes pasado, Página/12 informó sobre un reciente trabajo de investigadores del Conicet en el Instituto Leloir).
Joan Luby, directora de la investigación de la Universidad de Washington, comentó que “durante años, los estudios destacaron la importancia de los cuidados tempranos para el buen desarrollo de los chicos, pero en general se limitaron a factores como el rendimiento escolar: este estudio es el primero que muestra un cambio anatómico en el cerebro en relación con la importancia de la acción parental temprana”.
Mariela Terzaghi, jefa de Neurología del hospital Noel H. Sbarra de La Plata, señaló que esta investigación “se inscribe en una serie de trabajos que rompen con la idea de una determinación genética unívoca para el cerebro, haciendo lugar a la influencia de aspectos entre los que habría que incluir también las condiciones históricas, sociales y culturales de la crianza. Sin embargo, mayor tamaño del hipocampo no equivale necesariamente a mejor función, y convendría no suponer que las cuestiones de la mente se expliquen a partir de localizaciones cerebrales”.
Sergio Rodríguez –coautor de Cruces entre psicoanálisis y neurobiología– comentó que el informe de la Universidad de Washington “concierne a la lógica de investigaciones sobre depresiones neuróticas, donde la disminución de la depresión coincide con una mayor actividad en el hipocampo y el núcleo cingulado del encéfalo”.
Beatriz Janin –directora de la Especialización en Psicoanálisis con Niños y Adolescentes de UCES/ APBA– observó que “constatar los efectos de lo vincular en la constitución misma del cerebro ayuda a pensar que tanto el modo de prevenir como el de curar se relacionan con el trabajo vincular”.
Fuente: http://estelafreytes.info/mi-mama-me-mima-y-mi-hipocampo-crece/