Las dislalias son trastornos
articulatorios que impiden que los peques pronuncien con bien los sonidos y,
por lo tanto, no hablen con normalidad. La mayoría de los expertos no reconocen
las dislalias como un problema en sí antes de los cuatro años, ya que
consideran que hasta esa edad los pequeños están en pleno desarrollo físico y
cognitivo y muchos de los defectos de pronunciación se corrigen de manera
espontánea, con la maduración del peque, a no ser que estén causadas por un
problema físico como podría ser un labio leporino, por ejemplo.
Pero si no existe ninguna
causa física aparente y los problemas persisten a partir de esa edad, se
recomienda acudir a un especialista para que emita un diagnóstico y nos
proporcione unas pautas de actuación para poner solución al problema. No
obstante, los padres y educadores si sospechamos que pueda existir una posible
dislalia, podemos tener en cuenta una serie de factores que nos ayudarán
a descartar la posible dislalia o la necesidad de la visita al especialista.
Os dejamos a continuación los
aspectos a los que debéis prestar atención. Están divididos en tres facetas: la
capacidad de pronunciar fonemas (desarrollo fonemático), la capacidad de
organizar correctamente los elementos de una frase (desarrollo sintáctico), y
la cantidad de vocabulario que tiene y va adquiriendo (desarrollo léxico).
En cuanto al desarrollo
fonemático vigilaremos especialmente si el peque cambia los fonemas de su orden
correcto de articulación, si sustituye los fonemas que tienen un punto o un
modo de articulación similar, si distingue los sonidos sordos de los sonoros,
si repite sin problemas palabras largas, difíciles, nuevas para él o ella.
Desde el punto de vista
sintáctico, nos centraremos en si el peque mantiene el orden correcto de las
palabras de una frase, si suele utilizar frases esterotipadas del tipo
“coletillas”, si al hablar utiliza las preposiciones, conjunciones, etc, y si
utiliza y comprende las frases subordinadas, ya que estas últimas pueden
implicar más dificultad para ellos.
Y, finalmente, desde el punto
de vista léxico, observaremos sobre todo, la cantidad que el peque utiliza y
conoce y si el significado de las palabras que usa lo conoce por el contexto
(es muy usual que los peques utilicen determinadas palabras según el ambiente
donde estén en ese momento y, aunque no esté mal que lo hagan, si es bueno que
conozcan el significado de las palabras más específicas para que sean capaz de
usarlas en contextos diferentes si fuera necesario).
Además de estos aspectos
puramente “lingüísticos”, no debemos olvidar que hemos de estar atentos a
cualquier problema de tipo físico, para que los órganos implicados en el habla
tengan un funcionamiento motor y una capacidad de coordinación adecuados:
– la lengua debe
moverse sin dificultad y ejecutar movimientos hacia arriba-abajo, dentro-fuera,
derecha-izquierda y hacia los dientes arriba y abajo;
– los peques
deben poder morderse el labio superior e inferior,
– sacar los
labios hacia afuera como si fueran a dar un beso,
– etc.
Como hemos comentado con
anterioridad, muchas de las dificultades a la hora de pronunciar las palabras,
se solucionan con el propio desarrollo madurativo del niño antes de los cuatro
años, pero si superada esa edad o si existen problemas que lo requieran antes,
os recomendamos encarecidamente que visitéis a un especialista que os de
soluciones lo antes posible.
Fuente: http://actividadesinfantil.com/archives/17573