Querido hijo:
Quizá esta carta nunca esté frente a ti para que la leas, porque lo que quiero expresar aquí, muy torpemente, te lo demuestro día a día desde que naciste con el mayor sentimiento que alberga el corazón de una madre, que es el AMOR.
El hecho de venir a este mundo ya fue difícil para los dos y quizá por eso desde el primer instante de tu vida y sin saber porqué, cuidarte, alimentarte, bañarte, tenerte en mis brazos fueron momentos tan especiales que no quería compartir a veces ni siquiera con tu padre; y él que nos veía tan unidos, lejos de sentir celos, se alegraba quizá porque veía cuánto me llenaba dedicarme a ti.
Pero lo bueno no siempre dura... y aquel niño tan tranquilo, demasiado, dijo en una ocasión tu pediatra, dio las primeras señales de aviso con llantos inesperados casi a los tres años. Llantos que yo intentaba calmar, yéndome a tu cama por la noche, si no tenías consuelo, hasta que te dormías.
Pero fue en la escuela infantil, con cuatro años cuando diste muestras, de que no estabas ubicado como los demás; nosotros pensamos que “ibas a tu bola” por el patio del colegio, sin saber en qué momento tenías que ponerte en la fila con los demás. (Ahora comprendo hijo mío, que tú nunca serás uno más de la fila ).
Cuando tu maestra de infantil me dijo que te pasaba “algo”, que no te adaptabas como los demás, que te tapabas los oídos con los gritos de los demás o con los ruidos “fuertes”, sentí un vuelco en el corazón, porque yo conocía otro niño diferente y tranquilo en casa. ¿Cómo era posible que mi hijo no se adaptara al colegio, si “mi niño” era el niño más bueno y feliz en su entorno familiar?
Si tuviera que relatar aquí lo que vino después, seguro habría para escribir un libro. Pero no es este el motivo de mi carta, porque si la van a leer otras madres y padres con hijos tan singulares como tú, ya saben lo que vino después...
Aunque a nadie le guste pasarlo mal, a veces en la vida se llora, se sufre, se suplica y el dolor es tan intenso que piensas ¿hasta cuándo? Y a mi sólo se me pasaba el dolor cuando te tenia cerquita de mi pecho, te tomaba en mis brazos y te besaba con ternura y pensaba “esto pasará, es sólo un mal sueño”. No hijo, no, el dolor no es tan malo como dicen, sin ése sentimiento yo no hubiera abierto mi puerta a otros que sufren y me hubiera quedado sola en casa con mi pena.
Que tú seas mi hijo me hace sentirme afortunada, y aunque cada día le doy a gracias a Dios por tenerte, también cada día lucho porque las otras personas que viven en esta enorme casa que es el mundo, aprendan a conocerte y respetar tus diferencias y me conformo con que te quieran una milésima parte de lo que te amo yo.
Para entenderte hijo me hace falta muy poquito, algunas estrategias y mucho, mucho amor.
De corazón a corazón, tu madre.
Fuente: http://www.facebook.com/notes/autismo-otra-forma-de-mirar/carta-para-un-hijo-especial/238635266182776
Quizá esta carta nunca esté frente a ti para que la leas, porque lo que quiero expresar aquí, muy torpemente, te lo demuestro día a día desde que naciste con el mayor sentimiento que alberga el corazón de una madre, que es el AMOR.
El hecho de venir a este mundo ya fue difícil para los dos y quizá por eso desde el primer instante de tu vida y sin saber porqué, cuidarte, alimentarte, bañarte, tenerte en mis brazos fueron momentos tan especiales que no quería compartir a veces ni siquiera con tu padre; y él que nos veía tan unidos, lejos de sentir celos, se alegraba quizá porque veía cuánto me llenaba dedicarme a ti.
Pero lo bueno no siempre dura... y aquel niño tan tranquilo, demasiado, dijo en una ocasión tu pediatra, dio las primeras señales de aviso con llantos inesperados casi a los tres años. Llantos que yo intentaba calmar, yéndome a tu cama por la noche, si no tenías consuelo, hasta que te dormías.
Pero fue en la escuela infantil, con cuatro años cuando diste muestras, de que no estabas ubicado como los demás; nosotros pensamos que “ibas a tu bola” por el patio del colegio, sin saber en qué momento tenías que ponerte en la fila con los demás. (Ahora comprendo hijo mío, que tú nunca serás uno más de la fila ).
Cuando tu maestra de infantil me dijo que te pasaba “algo”, que no te adaptabas como los demás, que te tapabas los oídos con los gritos de los demás o con los ruidos “fuertes”, sentí un vuelco en el corazón, porque yo conocía otro niño diferente y tranquilo en casa. ¿Cómo era posible que mi hijo no se adaptara al colegio, si “mi niño” era el niño más bueno y feliz en su entorno familiar?
Si tuviera que relatar aquí lo que vino después, seguro habría para escribir un libro. Pero no es este el motivo de mi carta, porque si la van a leer otras madres y padres con hijos tan singulares como tú, ya saben lo que vino después...
Aunque a nadie le guste pasarlo mal, a veces en la vida se llora, se sufre, se suplica y el dolor es tan intenso que piensas ¿hasta cuándo? Y a mi sólo se me pasaba el dolor cuando te tenia cerquita de mi pecho, te tomaba en mis brazos y te besaba con ternura y pensaba “esto pasará, es sólo un mal sueño”. No hijo, no, el dolor no es tan malo como dicen, sin ése sentimiento yo no hubiera abierto mi puerta a otros que sufren y me hubiera quedado sola en casa con mi pena.
Que tú seas mi hijo me hace sentirme afortunada, y aunque cada día le doy a gracias a Dios por tenerte, también cada día lucho porque las otras personas que viven en esta enorme casa que es el mundo, aprendan a conocerte y respetar tus diferencias y me conformo con que te quieran una milésima parte de lo que te amo yo.
Para entenderte hijo me hace falta muy poquito, algunas estrategias y mucho, mucho amor.
De corazón a corazón, tu madre.
Fuente: http://www.facebook.com/notes/autismo-otra-forma-de-mirar/carta-para-un-hijo-especial/238635266182776