Hay quien dice que esta vida es demasiado compleja,
egoísta y tan llena de desigualdades que es mejor no traer más niños al mundo
para evitarles esta infelicidad. No es un razonamiento adecuado.
Somos nosotros, los padres, las madres, y los educadores,
los encargados de ofrecer al mundo buenas personas.
Niños felices que el día de mañana tengan las alas y el
coraje suficiente como para trasformar el mundo, como para hacerlo más noble e
igualitario… ¿Es esto quizá una utopía?
La educación no es sólo enseñar a hablar, a cruzar la calle,
o trasmitir conocimientos.
En ocasiones, y a lo largo de esas experiencias previas
marcadas en nuestra infancia, son muchos los momentos que recordamos a día de
hoy marcados por la incongruencia.
Padres y madres que nos predicaban una serie de valores
que ellos mismos jamás pusieron en práctica, ni siquiera con nosotros. El valor
del respeto, del reconocimiento, del saber escuchar…
A medida que crecemos vamos percibiendo esas diferencias
entre las palabras y los actos. Y las sufrimos. No fueron un buen ejemplo, y en
la actualidad nos decimos cada día que “no debemos seguir el ejemplo de
nuestros padres”, que no debemos caer en sus errores.
Ser un buen ejemplo para los niños facilita las cosas. Su
mundo se vuelve más armónico e íntegro, no hay incongruencias en las que
sentirse desorientado, sino valores en los que apoyarse para ver el mundo con
autenticidad.
Hoy en nuestro espacio te invitamos a pensar en ello.
Cómo ser un buen ejemplo para los niños
No hay que obsesionarse con la idea de ser el mejor de
los ejemplos para nuestros hijos.
Se trata solo de ser una persona equilibrada y
congruente, alguien con la capacidad de amar lo suficiente como entender la
educación como el mejor de los retos que puede cumplir una persona.
Nadie es infalible, nadie se desliza por el mundo sin
cometer ni un solo error. La educación es un acto de amor desglosado en 365
días al año y 24 horas al día. No hay tregua, solo ilusión, congruencia y la
necesidad de dar al mundo personas felices.
Respondiendo ahora a la pregunta del inicio: ¿Es quizá
una utopía querer dar al mundo personas valientes y felices capaces de cambiar
el mundo? En absoluto.
Ese poder está en nuestras manos, y en nuestra capacidad
de dar a este mundo niños que se conviertan en adultos nobles que dentro de sus
capacidades y singularidades, sean las que sean, puedan trasformar esta
realidad para hacerla más íntegra, aún más noble.
¿Cómo conseguirlo? Te damos algunas pequeñas ideas.
Conócete bien a ti mismo/a
No se necesita ser un reflejo de infinitas virtudes para
ser un buen ejemplo para nuestros hijos. Se trata de tener un buen
autoconocimiento de nosotros mismos para gestionar de forma adecuada gestos,
actos, palabras, emociones y comportamientos.
– Las personas de carácter desigual o comportamiento
variable, no ofrecen seguridad a los niños. Éstos, no saben a que atenerse y
desconfían. Si hoy los halagamos haciéndoles promesas, y mañana no las
cumplimos y además los sancionamos, los niños sufrirán inestabilidad emocional.
– A mayor autoconocimiento, mejor gestión de las
emociones y mayor control del comportamiento. Comprenderemos la necesidad de
ser consecuentes, de dar adecuados ejemplos, de ser ese equilibrio cotidiano
que envuelve y reconforta. Sin mareas y sin sequías de afectos.
Permite a tu hijo seguir tu ejemplo para convertirse en
un ser único.
Los actuales sistemas educativos están dando a nuestra
realidad personas iguales, niños a los que se les enseña a pensar de igual
modo. Y aún peor, a la necesidad de ser como los demás, a actuar y tener las
mismas cosas que el resto por temor a “ser diferente”.
Dar ejemplo es ser consecuente con nuestras palabras. Dar
ejemplo es también que nuestro hijo adquiera lo mejor de nosotros mismos, y a
la vez, lo trasforme en beneficio propio para alzarse como alguien único y con
identidad propia.
Es algo que debemos tener claro: dar ejemplo no es
esperar que nuestros hijos sean réplicas nuestras. Se trata de hacerles ver lo
que está bien, que aprendan aquello que les va a ser útil para ser personas
felices y a la vez, aptas para dar felicidad a otros.
Dar ejemplo es encender el intelecto y avivar las
emociones en reconocimiento, reciprocidad y correspondencia.
Dar ejemplo es ofrecer calma. Es enseñar que la palabra y
el acto son la misma cosa, es hacer ver que las personas deben ser responsables
de lo que dicen y maduras en cuanto a lo que hacen.
Dar ejemplo es permitir que el niño encuentre armonía en
ese primer escenario social que es la familia. Ese equilibrio y esos valores
recibidos le ayudarán a alzarse como alguien único y especial. Alguien con voz
propia para poder cambiar el mundo…
Fuente: http://lamenteesmaravillosa.com/la-mejor-educacion-empieza-siendo-mejor-ejemplo/