Un compañero de profesión repite a menudo una frase que le sirve como resumen de la decadencia que, según él, sufre nuestra sociedad: “Hoy en día el regalo estrella de las comuniones es un móvil”. Pese a su brevedad y concisión, lo cierto es que recoge claramente la transformación social que de unos años para acá se ha producido tras la aparición de las nuevas tecnologías.
No vivimos en una época de cambio, sino un cambio de época, y este proceso es ya imparable e irreversible. Acabamos de terminar las fechas navideñas, y muchos de esos niños que dentro de unos años recibirán un iPhone en su comunión ya han encontrado otros dispositivos electrónicos debajo de su árbol. ¿Estamos realmente en el buen camino?
Uno siempre tiene aquello que no posee, y en el caso de los niños este principio se mantiene. Antes de este huracán que ha democratizado el uso tecnológico para todo tipo de grupos de población, los dispositivos electrónicos eran un bien preciado por los más pequeños.
En la mayoría de los casos, pasar 5 minutos jugando con el ordenador de papá era una recompensa tan gigante que conseguía promover en el niño comportamientos positivos como ordenar la habitación, hacer los deberes o ducharse antes de dormir. Ese premio que suponía el uso de la tecnología se ha volteado en contra de los padres: la generalización del uso provoca que, cuando se dan ciertos momentos en que se le prohibe al niño utilizarla, se producen situaciones de desagrado en el niño, acompañado en numerosas ocasiones de lloros, rabietas y pataletas.
De ser reforzante a ser obligado. De ser una herramienta para fomentar conductas positivas a ser un elemento que impide que el niño moleste. Maldita evolución.
“La tablet es educativa”, repiten los padres como un mantra. En realidad lo que le gusta a los padres de las nuevas tecnologías para niños es que entretienen. Y si están entretenidos, no molestan. Eso permite dedicarse a otros menesteres como pueden ser revisar Facebook, hablar por los grupos de Whatsapp o ver su serie favorita en Netflix mientras la tablet ejerce la función de padre. Gran invento.
“La tablet ayuda al desarrollo de mi hijo”. Quien diga esto no conoce a Jean Piaget, quizás el psicólogo más importante en lo que se refiere al desarrollo infantil. En su teoría, Piaget identificó 4 etapas por las que el niño va pasando hasta formarse totalmente a nivel cognitivo. El paso de una etapa a otra viene facilitada por distintas acciones que el niño ejecuta, y el juego simbólico es una de ellas.
¿Qué es el juego simbólico? Pongamos un ejemplo simple: el niño que coge un triángulo amarillo de madera y en su representación mental lo convierte en un avión y juega a hacerlo volar está desarrollando el juego simbólico, le está dando al objeto que tiene en la mano un significado distinto al que realmente tiene.
Los beneficios son obvios de este tipo de juego: promueve el razonamiento lógico, la creatividad y la imaginación. No hace falta hacer explícito la imposibilidad de aplicar juego simbólico en uno de estos cacharros electrónicos.
“Con la tablet mi hijo está más atento”. Una verdad a medias. Las nuevas tecnologías tienen un efecto paradójico con respecto a la atención, ya que es capaz de mantener sentados y concentrados a niños que, en condiciones normales, no son capaces de hacerlo.
Pero por desgracia las tablets no tienen ningún sistema mágico que modifique los mecanismos cerebrales de la atención del niño, situados en la corteza prefrontal. Francisco Mora es un neurocientífico español que estudia la neuroeducación, es decir, la relación que existe entre el cerebro y la enseñanza. Mora escribió un libro llamado “Neuroeducación: Sólo se puede aprender aquello que se ama”, donde defiende principalmente que solo cuando se ama algo (entendiendo por amar el interés, la curiosidad, la motivación) se puede establecer una actitud positiva para aprenderlo. En resumidas cuentas: si algo me gusta, le presto atención.
Sin embargo, como afirma el psicólogo Mateu Servera, el modelo de la sociedad actual y la “infointoxicación” a la que estamos expuestos puede ser patológica y estar contribuyendo a generar una mayor disfuncionalidad en los niños. La proliferación de los modelos que favorecen refuerzos externos inmediatos (como las nuevas tecnologías) y la sociedad de consumo y materialista presentan pocas oportunidades para favorecer y entrenar en un niño la atención sostenida, la cultura del esfuerzo, la demora de recompensa, estrategias reflexivas o el autocontrol.
La demonización del avance tecnológico es un error en el que no pienso caer. Gran parte del progreso que hemos experimentado como sociedad tiene mucho que ver con la aparición de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Lo que no queda tan claro es si para el progreso como niños son tan esenciales estos aparatos.
No es malo ninguno de ellos en sí mismos, sino el uso que se les da. Los niños son unos auténticos expertos en cómo utilizar una Tablet, pero no saben nada de lo demás. Por tanto es función de los padres enseñarles el cuándo utilizarla, el para qué, el cuánto y el dónde. Si bien como decía al principio vivimos un cambio de época, ésta no debe ser justificación para aceptar como normales cambios que van a repercutir negativamente en nuestros hijos, esto es, un estilo parental pasivo con cada vez menos interacción padre-hijo y un mayor individualismo de los integrantes de la familia.
El cerebro del niño evolutivamente no está programado para ello, de hecho estoy seguro de que si tu hijo consiguiera levantar la mirada de su pantalla te diría mirándote a los ojos: “Mamá, si me quieres no me compres una Tablet".
Fuente: http://www.diarioinformacion.com/blogs/hablemos-de-psicologia/mama-si-me-quieres-no-me-regales-una-tablet.html
No vivimos en una época de cambio, sino un cambio de época, y este proceso es ya imparable e irreversible. Acabamos de terminar las fechas navideñas, y muchos de esos niños que dentro de unos años recibirán un iPhone en su comunión ya han encontrado otros dispositivos electrónicos debajo de su árbol. ¿Estamos realmente en el buen camino?
Uno siempre tiene aquello que no posee, y en el caso de los niños este principio se mantiene. Antes de este huracán que ha democratizado el uso tecnológico para todo tipo de grupos de población, los dispositivos electrónicos eran un bien preciado por los más pequeños.
En la mayoría de los casos, pasar 5 minutos jugando con el ordenador de papá era una recompensa tan gigante que conseguía promover en el niño comportamientos positivos como ordenar la habitación, hacer los deberes o ducharse antes de dormir. Ese premio que suponía el uso de la tecnología se ha volteado en contra de los padres: la generalización del uso provoca que, cuando se dan ciertos momentos en que se le prohibe al niño utilizarla, se producen situaciones de desagrado en el niño, acompañado en numerosas ocasiones de lloros, rabietas y pataletas.
De ser reforzante a ser obligado. De ser una herramienta para fomentar conductas positivas a ser un elemento que impide que el niño moleste. Maldita evolución.
“La tablet es educativa”, repiten los padres como un mantra. En realidad lo que le gusta a los padres de las nuevas tecnologías para niños es que entretienen. Y si están entretenidos, no molestan. Eso permite dedicarse a otros menesteres como pueden ser revisar Facebook, hablar por los grupos de Whatsapp o ver su serie favorita en Netflix mientras la tablet ejerce la función de padre. Gran invento.
“La tablet ayuda al desarrollo de mi hijo”. Quien diga esto no conoce a Jean Piaget, quizás el psicólogo más importante en lo que se refiere al desarrollo infantil. En su teoría, Piaget identificó 4 etapas por las que el niño va pasando hasta formarse totalmente a nivel cognitivo. El paso de una etapa a otra viene facilitada por distintas acciones que el niño ejecuta, y el juego simbólico es una de ellas.
¿Qué es el juego simbólico? Pongamos un ejemplo simple: el niño que coge un triángulo amarillo de madera y en su representación mental lo convierte en un avión y juega a hacerlo volar está desarrollando el juego simbólico, le está dando al objeto que tiene en la mano un significado distinto al que realmente tiene.
Los beneficios son obvios de este tipo de juego: promueve el razonamiento lógico, la creatividad y la imaginación. No hace falta hacer explícito la imposibilidad de aplicar juego simbólico en uno de estos cacharros electrónicos.
“Con la tablet mi hijo está más atento”. Una verdad a medias. Las nuevas tecnologías tienen un efecto paradójico con respecto a la atención, ya que es capaz de mantener sentados y concentrados a niños que, en condiciones normales, no son capaces de hacerlo.
Pero por desgracia las tablets no tienen ningún sistema mágico que modifique los mecanismos cerebrales de la atención del niño, situados en la corteza prefrontal. Francisco Mora es un neurocientífico español que estudia la neuroeducación, es decir, la relación que existe entre el cerebro y la enseñanza. Mora escribió un libro llamado “Neuroeducación: Sólo se puede aprender aquello que se ama”, donde defiende principalmente que solo cuando se ama algo (entendiendo por amar el interés, la curiosidad, la motivación) se puede establecer una actitud positiva para aprenderlo. En resumidas cuentas: si algo me gusta, le presto atención.
Sin embargo, como afirma el psicólogo Mateu Servera, el modelo de la sociedad actual y la “infointoxicación” a la que estamos expuestos puede ser patológica y estar contribuyendo a generar una mayor disfuncionalidad en los niños. La proliferación de los modelos que favorecen refuerzos externos inmediatos (como las nuevas tecnologías) y la sociedad de consumo y materialista presentan pocas oportunidades para favorecer y entrenar en un niño la atención sostenida, la cultura del esfuerzo, la demora de recompensa, estrategias reflexivas o el autocontrol.
La demonización del avance tecnológico es un error en el que no pienso caer. Gran parte del progreso que hemos experimentado como sociedad tiene mucho que ver con la aparición de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Lo que no queda tan claro es si para el progreso como niños son tan esenciales estos aparatos.
No es malo ninguno de ellos en sí mismos, sino el uso que se les da. Los niños son unos auténticos expertos en cómo utilizar una Tablet, pero no saben nada de lo demás. Por tanto es función de los padres enseñarles el cuándo utilizarla, el para qué, el cuánto y el dónde. Si bien como decía al principio vivimos un cambio de época, ésta no debe ser justificación para aceptar como normales cambios que van a repercutir negativamente en nuestros hijos, esto es, un estilo parental pasivo con cada vez menos interacción padre-hijo y un mayor individualismo de los integrantes de la familia.
El cerebro del niño evolutivamente no está programado para ello, de hecho estoy seguro de que si tu hijo consiguiera levantar la mirada de su pantalla te diría mirándote a los ojos: “Mamá, si me quieres no me compres una Tablet".
Fuente: http://www.diarioinformacion.com/blogs/hablemos-de-psicologia/mama-si-me-quieres-no-me-regales-una-tablet.html